Por más que resulte paradójico y descabellado alegrarse por las malas noticias que van apareciendo día tras día en torno a la gestión del Banco Popular, no es de extrañar que los más de 300.000 clientes de la entidad celebren las mismas, si de ellas se desprendiera, como parece ser, que la entidad ocultó perdidas multimillonarias antes de su resolución final. Y es que eso es lo que parece intuirse al comparar las cuentas de la entidad de 2016 con las ofrecidas en el primer semestre de 2017, que pasaron de reconocer en 2016 unas pérdidas de 3.845 millones de euros a los 12.000 millones de euros en septiembre de 2017. Y es que uno se pregunta: ¿En qué medida es razonable imputar esos resultados en su integridad a los seis primeros meses de 2017? ¿No venían esas pérdidas arrastradas ya de ejercicios anteriores, aunque la entidad no las reconociera?
Aquí algo huele mal, algo parece oler a podrido. Si no, no se entiende que la propia CNMV esté investigando por ello a la entidad y a sus responsables.
Estaremos pendientes de esta investigación y de la que instruye el juez Andreu en la Audiencia Nacional; ambos, son buenos escenarios para levantar las alfombras, abrir los cajones y descubrir la verdad que llevó a la ruina, con el beneplácito de las autoridades financieras europeas y españolas, a más de 300.000 familias, familias que si todo este fraude se descubriera ser cierto podrían recuperar el dinero y los ahorros que les han confiscado entre unos y otros.